14 enero 2013

Discurso a la mujer y el deseo de dominarla




Al hablar de mujeres uno siempre trata de evidenciar dos cosas: 
  1. La belleza que cautiva al hombre y le hace necesitar de ellas y: 
  2. La maldad camuflada que caracteriza a cualquier dama.

Será fácil, para muchas, decir que la segunda siempre es mentira, que no todas son iguales, y en efecto, ninguna mujer es igual a otra, por mucho que se asemejen entre sí. 

La más visible y perniciosa de las diferencias, se encuentra en el grado y facilidad con que ocultan y ejercen su vileza. Pero no podemos ni debemos desembarazarnos de una maravillosa verdad:
“El que de verdad es hombre, sólo quiere dos cosas, el juego y el peligro; es por eso que busca a la mujer, que es el más peligroso de los juguetes.”[1]
El hombre siempre ha temido a la mujer, y es por ese temor, que ha creado dos recursos ineludibles de defensa:
  1. El gobierno y;
  2. El machismo
¿Qué necesidad tiene el hombre de crear estos medios de defensa, cuando el hombre es el dominante físico por naturaleza? 

La respuesta es tan intrigante que la afirmación “La mujer es enigma y maldad[2]se vuelve cierta, pues la mujer es la representación mortal del Dios de la muerte. Ella detenta la capacidad de dar la vida o de privar de ella.

Se podría pensar que no existe comparación, entre la fortaleza física del hombre y la capacidad de la mujer de gestar vida en su vientre, pero el vínculo radica en la capacidad de la mujer de arrebatar la vida al nuevo ser, o concederle la misma. Es necesidad del hombre tener descendencia y la del pueblo tener ciudadanos.

Es por esta razón que se crea el gobierno, un pacto ciudadano en el cual el hombre se auto-otorgaba la potestad de ser el Dios de la muerte artificial. Desde esta nueva figura el hombre ordenaba y reprimía a la mujer, con lo que nace y se fortalece el machismo.

Esta figura ideológica (vigente hasta nuestros días) hace creer al varón, que es el único capaz de realizar labores distintas, mientras que la mujer sólo es un objeto creador de descendencia.

Pero, ¿Por qué el hombre no llevó su poder más lejos? ¿Por qué le dio la libertad a la mujer de vivir a su lado bajo un pacto como el matrimonio?

Dicho pacto (Que no es ni bueno ni malo) fue la mejor forma en que el hombre se aseguró de que la mujer realizaría una de las tareas que al hombre más se le dificulta: Criar.
La mujer entiende a los niños mejor que el hombre, a pesar de que el hombre es más niño que ella, pues en verdad que en el hombre hay siempre un niño que solamente quiere jugar.”[3]
Que acertada aseveración,  la más grande creación del hombre, nació de una necesidad y de un juego: la guerra. La guerra no es más que la combinación de las armas utilizadas para cazar los alimentos y los juegos utilizados para cortejar a las damas.

Es por todo esto que “Cuando la mujer ama, el hombre debe temerla, pues la mujer no se acobarda(ba) ante ningún sacrificio y no concede(ía) valor a nada que no sea su amor. Pero cuando la mujer odia, el hombre debe temerla aún más, porque en el fondo del alma ella tiene al hombre por malvado; pero también en el fondo de su alma ella es mala.”[4]

No lo olviden hombres, “Cuando vayas con las mujeres, no olvides el látigo.”[5]


Se despide de usted su amigo (o enemigo)

Developer Menschenfeind





[1] Nietzsche, Friedrich; Así habló Zaratustra;  Grupo Editorial Tomo; México; 2009
[2] Ídem
[3] ídem
[4] ídem
[5] Ídem

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