03 diciembre 2012

“Como la Plaza Tahrir de Egipto, la Alameda del Centro se convertirá en el corazón de la “Primavera mexicana”


Cualquier anarquista defendería ese pensamiento.
Cualquier opositor al nuevo gobierno justificaría los hechos.
Cualquier mexicano, informado y consciente de la historia de su país, considerará a este lugar y sus hechos, como la única salida que nos dejaron los “poderosos”.

Pero al final, ninguno tendrá razón suficiente.

La historia siempre nos ha hecho creer que la violencia es la forma en que las cosas se cambian, que todo es posible si “peleamos” por los mismos ideales, que todas las grandes revoluciones sociales se han hecho por la vía de la violencia.

Pero… ¿Acaso no somos seres racionales? ¿Hemos olvidado ya que la violencia solo engendra más violencia y rencor?

Es un hecho que si se logra cambiar la situación actual a través de los actos violentos, convertiremos a nuestros enemigos en seres rencorosos deseosos de retomar el poder. Mientras nosotros discutimos sobre cómo crear la nueva patria, los vencidos  se reunirán y discutirán sus estrategias. 

“Los que se pasan la vida haciendo revoluciones a medias no hacen más que cavarse una tumba.” [1]
 Posiblemente la discusión no nos lleve tanto tiempo, quizás encontremos soluciones a muchas cosas que estaban mal, pero no seremos capaces de eliminar en nosotros el deseo de lograr la perfección. Ese sentimiento de “perfección” ha sido el creador de toda dictadura y de actos tan abominables para la raza humana. 

La búsqueda de la raza perfecta sumió al mundo en una de las peores guerras del S.XX; la búsqueda de igualdad y mejores condiciones de vida llevó a la Revolución Francesa, que si bien marcó un hito en la historia mundial, su realidad es que esa revolución es la que fortaleció al monstro que hoy conocemos como Capitalismo.

Todos clamamos justicia, todos nos sentimos ultrajados por este sistema que abusa de nosotros, el pueblo quiere cambiar su rumbo, erradicar las turbulencias y llegar a tierra firme.

“La revolución, por su naturaleza, produce gobierno; la anarquía no produce sino más anarquía.”[2]
Pero siempre surge el mimo sentimiento de frustración, de impotencia, de no poder hacer nada para cambiar las cosas…
Unos lo transforman en violencia y generan dolor, otros lo transforman en conformismo y simplemente velan por su bien, otros, los menos, un grupo reducido de personas, ha portado con orgullo la bandera que lleva a cambios verdaderos.

Este grupo ha hecho de su arma una palabra, de su escudo un libro y de su razón un motor de cambio.

Si cada inconforme tomara un libro, un día al mes, y caminara por la bella Alameda del Centro, encontraría tal variedad de personas, una gran diversidad de problemas y cientos de ventanas de oportunidad.

Si ese inconforme, en vez de arrojar piedras, se sentara junto a un indígena, junto a un joven, junto a una pareja, frente a un grupo de niños, a la sombra de un árbol, y leyera un libro para esa persona, explicara una ideología y sus contradicciones, analizara la realidad social, si le explica por qué el sol sale de un lado y no del otro, si resolviera sus dudas, si le creara nuevas dudas, si le enseñara a leer, a soñar, a tener pasión por un ideal… esa, y sólo esa, sería la más grande piedra que se le pueda arrojar al sistema.

Dejemos de reproducir los mismos mecanismos de opresión y respuesta, rompamos los moldes existentes y generemos nuevos mecanismos de resistencia.

Concluyo, compartiendo una frase de Carlos Fuentes, esperando sea parte de una larga reflexión.

  “Las revoluciones las hacen hombres de carne y hueso, no santos, y todas terminan por crear una nueva casta privilegiada.”[3]


Se despide de usted su amigo (o enemigo)

Developer Menschenfeind







[1] Louis de Saint-Just (1767-1794) Político revolucionario francés.
[2] Gilbert Keith Chesterton (1874-1936) Escritor británico.
[3] Carlos Fuentes (1929-2012) Periodista y escritor mexicano.